Endulzas mis labios y ya no conozco la rabia.
Me concentro en tus ojos y en cada ángulo de tu cara.
Me enredo en tu cabello deseando que no llegue un mañana,
que el tiempo se detenga y me deje vivir en tu cama.
Me pierdo en tu boca y en tu ropa finamente arreglada.
Me quedo en tus botones y en la curva de tu alma.
Aspiro tu aroma hasta quedarme saciada
y busco tus manos, tan sabias, tan santas.
Te cuento los lunares, esos de tu espalda.
Y me vuelvo pequeña, frágil y débil; todo bajo tu mirada.
Me duermo al son de tus dulces palabras,
saboreando cada momento, cada imagen recordada.