Quedarme fue ahogarme lentamente.
Despedirme fue liberador y al mismo tiempo aterrador.
No importa la tierra en la que esté, mis raíces se han de adaptar, aunque a veces pareciera que no importa la luz, el agua o los nutrientes que me des,
sigo extrañando esa tierra, esa maceta que ya fue, solo existe en mi mente.
Solo crezco en mi mente.
Siempre me faltarán sus flores
e incluso si las vuelvo a tener,
no son las mismas que yo recordé,
ni las mismas en las que algún día me acurruqué.